El Mercurio 27/12/2009
REFORESTAR LA CAPITAL | Raúl Silva Vargas sostiene que la especie no es alergénica y que sus virtudes son muchas:
Contrariando los mitos, el experto reivindica esta especie presente en las calles más lindas hasta para las casas. Entre los nativos, «sólo el quillay funciona bien en la capital», asegura. Requiere menos agua que los otros y resiste la contaminación.
Pilar Molina A.
Nada más entretenido que hablar con un experto en árboles qué especies debiera haber en las calles y parques de Santiago, ciudad contaminada, con agua escasa y cara para regar hasta los jardines.
Raúl Silva Vargas (75), casado hace 50 con la misma mujer, Annette (6 hijos y 24 nietos), se arrellana en un banco de una pequeña placita, bajo una melia. «Es el indicado para plazas pequeñas», señala, mientras apunta a un árbol de las tres espinas, con su tronco y ramas revestidas de largas espinas, cuyos largos capis café oscuro del año pasado no terminan de caer.
«Fíjese que estamos a la misma altura que Buenos Aires, que es preciosa en términos arbóreos, con sus ceibos, ombús, palos borrachos con sus maravillosas flores amarillas y rosadas…».
-¿Por qué se dan mal los árboles en la zona central de Chile?
«Porque es muy malo el riego y como es además poco húmedo, llegan las arañitas y hacen estragos sobre el follaje», dice este ingeniero agrónomo, «curador» de árboles, como señala su currículo, con varios libros sobre el tema.
Estamos por preguntarle a qué responde la falta de imaginación de tener Santiago saturado de plátanos orientales, cuando mirando a un ejemplar ubicado en uno de los vértices de la placita, comenta: «Bueno, y allí está el rey de los árboles, ¡el plátano oriental!»
-Pero, ¿cómo, si Santiago está saturado y es altamente alergénico, lo reivindica usted?
«Es que eso es un error. Durante 15 días el polvo de las hojas, que están creciendo de pequeñas a mediana, irrita los epitelios de las personas, pero eso es todo. El litre sí es alergizante. Yo creo que para la zona central, desde Santiago hasta Curicó, es el mejor árbol que uno pueda encontrar en las calles, las avenidas, las plazas y las casas».
-¿Se atrevería a plantar uno en su casa, cuando además es sucio, tira polvillo, polen, el fruto y después las hojas?
«Pero, ¡por supuesto! Mi casa es de madera (vive en los cerros de Curacaví). Lo primero que hice fue plantar a dos metros de distancia del muro poniente dos plátanos orientales. No pudimos vivir por el calor ocho años. Empezaron a crecer y ahora es una casa fría maravillosa y calentita en invierno».
Se muere de la risa de que sólo le reconozcamos su gran valor estético al árbol. Para él, aun con los costos, es el rey que, según los libros europeos, vive 800 años. En Chile, advierte, el problema es que levanta los pavimentos. «Pero eso ocurre porque no lo reproducen de semillas, sino que de estacas, lo cual hace que sus raíces sean adventicias, se extiendan hacia los costados».
-Tan maravilloso no es, en Providencia están siendo atacados por el gusano del tebo y sus ramas se caen peligrosamente.
«Sí, pero que se afecte el 2% no significa nada. Este gusano ataca de chincol a jote y una municipalidad con recursos puede fumigar».
El quillay y punto
-¿Por qué no plantar en las calles árboles nativos, como el peumo, el pimiento?
«El pimiento, contrario a la creencia, es boliviano… el problema de los árboles chilenos es que son de hoja persistente, y si tengo un muro al norte o hacia el poniente, lo necesito lleno de sol en invierno porque si no, me hago tísico», comenta riéndose.
-¿No es la contaminación una buena razón para tener hojas persistentes que en invierno capten el monóxido de carbono y liberen oxígeno?
«La contaminación es un problema más de temperatura que de hojas. No tenemos contaminación en verano por la temperatura, no por las hojas. Y éstas liberan oxígeno, pero en cantidad insuficiente para la enorme cantidad de vehículos que tenemos».
-¿Excluye todos los nativos para las calles, a pesar de que requieren menos riego?
«No, pero tengo comprobado hace 45 años que el único que funciona bien es el quillay, porque resiste bien los gases de algunas industrias y autos y es el único que no necesita mucha agua».
-Y ¿qué pasa con el peumo o la patagua?
«Hace 40 años que no planto pataguas, porque se enferma de un hongo que ataca las raíces y le impide absorber el agua y muere a los 30 o 35 años».
-Y el quillay, ¿cuánto vive?
«Unos 200 años».
Tampoco le gusta el boldo -«es demasiado lento y tiene un aspecto de arbusto»- y al maitén, aunque hermoso, lo descarta porque requiere mucha agua y se convierte en una maleza, por la facilidad con que los pájaros distribuyen su abundante semilla.
-¿No se infectan menos los nativos?
«No, igual que los exóticos».
-¿Qué opina del roble americano, que empieza a verse mucho en las calles?
«Me parece un estupendo árbol. Funciona bien, como también lo hace en los bandejones de las carreteras el pimiento».
-¿Y las palmeras, con la moda de las phoenix canariensis desde hace unos años?
«Es un buen individuo, crece rápido, se parece en algo a la chilena, que crece lentísimo. Pero no me gusta la moda porque le ha quitado el espíritu que tenía, de anunciar: allá está la casa del patrón, allá me pagan. En la zona central, siempre se plantaban en los 4 puntos cardinales del perímetro de la casa», responde romántico, ¿por qué no?
Para reforestar… (con poca agua y podas municipales)
Frente al déficit de árboles y parques, preguntamos a Raúl Silva qué especies pondría en Cerro Navia, donde hay apenas 0,6 metros cuadrados de áreas verdes por habitante y escasos recursos para financiar el riego.
«Quillayes, pero con stockosorb, una gelatina con la cual trabajo hace muchos años, que permite espaciar el riego a una vez al mes. Se requieren 60 gramos por árbol, se planta con él y actúa reteniendo el agua durante 5 años. Después, ya no la necesita porque tiene la raíz tan grande como la de un pimiento. Ah, otra cosa, ¡cero pasto! Es un error teniendo 380 milímetros de caída pluviométrica. En vez, se puede poner un cubresuelo como el hipericum, que es precioso. Si está al sol florece con una flor amarilla y si no, se disfruta igual su linda hoja».
-¿Cree posible que los parques puedan contar con agua de riesgo y no tener que pagar agua potable y la tarifa por su tratamiento?
«No he visto una solución así a nivel país. Pero en Américo Vespucio riegan con aguas no tratadas del río Mapocho. Yo asesoro al club de golf Los Leones, que también se riega con aguas que lleva desde el Mapocho a una laguna (en Kennedy con Américo Vespucio) y desde allí la distribuye. Si no, regar ese parque ¡sería carísimo!
-En resumen, reforestamos Santiago con plátano oriental, quillayes, ¿y qué más?
«Considerando que la mayoría de los suelos no es apropiada, estas dos especies andan muy bien. Pero en una calle angosta pondría celtis australis, de hoja caduca, que una de las cosas buenas que tiene es una madera durísima y no los pueden deformar las podas municipales. En un parque no tengo ningún inconveniente en poner ceibos. Es fantástico, a pesar de que se desgancha. También la familia de los acer, sobre todo el acer montanum y el monspessulanum. Son podables y tienen pocas enfermedades y plagas y resisten la pobreza (riego) de cualquier municipalidad».